En la actualidad los sistemas educativos de todo el mundo se enfrentan al desafío de utilizar las tecnologías de la información y la comunicación para proveer a sus alumnos con las herramientas y conocimientos necesarios que se requieren en el siglo XXI.
En 1998, el Informe Mundial sobre la Educación de la UNESCO, Los docentes y la enseñanza en un mundo en mutación, describió el impacto de las TIC en los métodos convencionales de enseñanza y de aprendizaje, augurando también la transformación del proceso de enseñanza-aprendizaje y la forma en que docentes y alumnos acceden al conocimiento y la información.
Al respecto, UNESCO (2004) señala que en el área educativa, los objetivos estratégicos apuntan a mejorar la calidad de la educación por medio de la diversificación de contenidos y métodos, promover la experimentación, la innovación, la difusión y el uso compartido de información y de buenas prácticas, la formación de comunidades de aprendizaje y estimular un diálogo fluido sobre las políticas a seguir.

Por otro lado La escuela no debe despilfarrar recursos, sino que dentro de su sencillez y humildad, y contar con los materiales imprescindibles para cumplir su misión y no puede renunciar a ellos porque, en caso contrario, quedaría mermada parte de su eficacia. Hay un cierto cuidado reverencial por los materiales para que duren y sirvan al mayor número de alumnos posibles. La escuela se abre a todo tipo de jóvenes, de modo que habrá algunos que puedan costearse sus materiales; hay otros, tan pobres, a los que la escuela tiene que proveer de lo más necesario. Finalmente, hay elementos comunes (cartelones, sillas, mesas, pizarras…) que la escuela tiene que agenciarse para servicio de todos los alumnos: unos, por ser de uso común; otros, porque sería engorroso que cada alumno trajera los suyos como sería el caso de la tinta. Hay una idea permanente en la escuela y es que pretende ser un taller de trabajo, preparatorio para la vida. Por consiguiente, si el alumno quiere progresar, necesita de herramientas: si carece de ellas, o se olvida de llevarlas a clase, no puede trabajar y se dedicará a molestar a los demás estudiantes pues no tiene nada que hacer. De ahí la insistencia en que todos tengan sus materiales de trabajo: si algunos alumnos carecen de medios para procurárselos, la escuela se los proporciona, aún a costa del bolsillo de los maestros. En la actualidad, se habla de la pedagogía ecológica o del escenario. Un aula en la que sobreabunden los elementos estimulares es más rica que otra desnuda y aséptica: se aprende en y del escenario. Por otra parte, hay que tener cuidado para no caer en la trampa del «aula enciclopedia» o «rastrillo» en la que hay de todo, incluso elementos distorsionantes de los aprendizajes. Hoy se podría hacer una verdadera tipología de aulas: aula laboratorio, aula taller, aula hogar «nido» confortable, aula escaparate de las habilidades decorativas del maestro, aula «caos»… Frente a estas formas de barroquismo, la escuela prefiere un espacio estimular suficiente y cambiante, pero significativo: con los elementos seleccionados y organizados para el trabajo que se va a realizar y para apoyar los aprendizajes que se pretenden conseguir y aplicar.

La escuela debe ser cuidadosa a la hora de llevar al día estos documentos, registro de admisión, de cambios de sección, de cambios de curso o nivel, de asistencia y puntualidad, el de las cualidades de las estudiantes.